miércoles, 4 de noviembre de 2009

OKTOBERFEST


Sunshine II

Siempre que el verano se aproxima, entre los corrillos de muchas cantinas del mundo –y las de Baja California no son la excepción- se empieza a oir el mismo rumor: “cómo tengo ganas de ir al Oktoberfest…a ver si se me hace este año”. El interlocutor generalmente después de darle un trago largo a su cerveza se limita a reponder: “eeeyy”….y los dos se quedan en silencio imaginándose el paraíso en la tierra.
Y no es para menos. El festival que cada octubre se organiza en la ciudad de Múnich, en Alemania, reúne a las mejores cervezas de la región para beneplácito de los casi seis millones de visitantes que se apelotonan en la ciudad y sus alrededores a lo largo de dos semanas de borracheras sin fin. Como dijo un amigo mío que tuvo la suerte de asistir alguna vez “solamente me pude poner una borrachera que empezó cuando me bajé del avión y terminó cuando me volví a subir para regresarme”. Los hoteles, moteles, posadas, hostales y jonucos de 200 kilómetros a la redonda están prácticamente llenos con huéspedes fantasmas que la mayoría de las veces prefieren dormir en cualquier banca de un parque que tenerse que regresar hasta el pueblo donde dejaron sus maletas.
Hay que decir que el festival de octubre en realidad empieza en septiembre, el primer sábado después del día 15, para se más exactos, y se extiende por dos semanas en un campo conocido como Prado de Santa Teresa (Theresienwiese), muy cerca de la estación central de la ciudad.
Todo inicia con el simbólico descorche del primer barril que a las 12 del medio día en punto el alcalde en turno abre en la carpa Shottenhamel al grito de “O’zapft is” que en cristiano significa “¡Ya está abierto” y de ahí en adelante todo es gloria líquida fluyendo como torrente desde las diferentes carpas que se instalan en esa zona. Hay música, baile, desfile de trajes típicos, comida, pleitos, besos, abrazos, buenos y malos deseos, gritos y todo lo que quiera usted imaginarse…..¿dije todo?....en efecto: TODO.
Esta celebración sin la cual no se entiende la cultura local de Múnich, se originó en la boda del príncipe Luís de Baviera con la princesa Teresa de Sachsen-Hildburghau¬sen el 12 de octubre de 1810. El príncipe, que posterirmente se convirtió en el Rey Luís I de Baviera, fue uno de los grandes modernizadores de la arquitectónica de Múnich. Los festejos nupciales duraron cinco largos días y sirvieron además de para afianzar los lazos entre las diferentes regiones bávaras, los alemanes le tomaran gusto a la fiesta grande y con el paso de los años loa convirtieron en una tradición que hasta la fecha disfrutamos propios y ajenos.
Aunque en las primeras celebraciones el entretenimiento era más bien escaso y no había cerveza de por medio, todo cambió en 1818 cuando al célebre señor Anton Gruber se le ocurrió solicitar una licencia para vender cerveza y comida, y lo que siguió ustedes ya se lo imaginan. Las jarras de vidrio utilizadas para servir cerveza empezaron a usarse hasta 1892 substituyendo a las de barro. Y las primeras grandes carpas que hasta la fecha se estilan cada año, se empezaron a instalar desde 1896.
La fiesta nacional de Baviera se transformó en la fiesta mundial de la cerveza más grande – y por mucho- que se organiza. En nuestros días existen muchos “Oktoberfest” en diferentes ciudades del planeta que van desde Europa, Sudamérica, y Norteamérica. Hace unas semanas el ing. Enrique Blancas, rector de CETYS Universidad, me hizo llegar un folleto de una especie de “Oktoberfest” que sus compañeros de generación del Tec de Monterrey organizan regularmente y donde se incluye la posibilidad de viajar en bola a Munich a echarse unas ambarinas, lo que confirma que esta celebración esta que ni mandada hacer para los mexicanos. En mi muy particular situación, procuro organizar “Okoterfests” cada fin de semana independientemente del mes en curso. Si bien no necesariamente comemos lechón ni salchichas tipo bratwurst, los tacos de carne asada no pueden faltar, o ya de perdida una pizza de telefonazo.
De nuevo los exhorto a que exploren el amplísimo mundo de la cerveza. Busquen las Oktoberfestbier en la primer oportunidad que tengan y deléitense con su suaves aromas y colores. Después de todo por algo estas cervezas atraen a más seis millones de turistas cada año y han hecho de este festival uno de los eventos populares más grande del mundo
Recuerden que el mundo de la cerveza no termina en la tienda de la esquina, en todo caso ahí empieza.


Sunshine II, comunicólogo, publicista, rockero y amante de la cerveza. ¿Algún comentario? Escríbele a javier@doblearticulacion.com
www.chevestuff.blogspot.com

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